
No hay lugar en la tierra donde la muerte no pueda encontrarnos,
por mucho que volvamos constantemente la cabeza
en todas direcciones como si nos halláramos en una tierra
extraña y sospechosa. [...] Si hubiese alguna manera de
resguardarse de los golpes de la muerte, no soy yo aquel que
no lo haría. [...] Pero es una locura pensar que se pueda
conseguir eso. [...]
Los hombres vienen y van, trotan y danzan, y de la
muerte ni una palabra. Todo muy bien. Sin embargo, cuando
llega la muerte, a ellos, a sus esposas, sus hijos, sus
amigos, y los sorprende desprevenidos, ¡qué tormentas de
pasión no los abruman entonces, qué llantos, qué furor, qué
desesperación! [...]
Para empezar a privar a la muerte de su mayor ventaja
sobre nosotros, adoptemos una actitud del todo opuesta a la
común; privemos a la muerte de su extrañeza, frecuentémosla,
acostumbrémonos a ella; no tengamos nada más presente
en nuestros pensamientos que la muerte. [...] No sabemos
dónde nos espera la muerte: así pues, esperémosla en todas
partes. Practicar la muerte es practicar la libertad. El hombre
que ha aprendido a morir ha desaprendido a ser esclavo
MONTAIGNE
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